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Artículo 72

¿La Elección del Médico es una encrucijada?

Tal vez la idea de como se debe elegir un médico en la era de la globalización sea una cuestión más compleja que la mera geografía de un lugar. Uno se pregunta, ¿tendrá que estar cerca de qué? o ¿lejos de qué? Sin embargo, no pudieron estas preguntas acallar mi espíritu deseoso de seguir interrogándome en el camino de, ¿qué es una elección? Para esto consulté primero el diccionario de la Real Academia Española que definía, Elegir como: escoger, preferir a una persona o cosa para un fin, agregaba nombrar por elección para un cargo o dignidad; y luego lo hice con el diccionario de Símbolos de Chevallier que de elección me remitió a encrucijada.

En la encrucijada hay una importancia simbólica que es universal, y que esta ligada a esa situación de cruce de caminos que hace de la encrucijada un centro del mundo para quién se encuentra allí situado.

Lugares epifánicos (lugares de apariciones y revelaciones) por excelencia, las encrucijadas son frecuentadas por los genios, generalmente terribles, con los que conviene conciliarse. Encrucijada es el sitio donde, preservado por el anonimato, puede uno desembarazarse de las fuerzas residuales, negativas, inutilizables o peligrosas para la comunidad: los bambara depositan allí las basuras de la aldea, cargadas de una fuerza impura, que sólo los genios pueden neutralizar o transmutar en fuerza positiva. Por esta misma razón los bambara depositan en las encrucijadas objetos que han pertenecido a los muertos. Los genios de las encrucijadas absorben las fuerzas de las que uno así se deshace, y que constituyen para ellos una suerte de alimento que será devuelto a los hombres en forma de dones limpios de toda suciedad.

Para los bambara, la encrucijada encarna el punto central, primer estado de la divinidad antes de la creación; es la transposición del cruce original de los caminos que el creador trazó al comienzo de todas las cosas, con su propia esencia, para determinar el espacio y ordenar la creación.

La encrucijada es el encuentro con el destino. En una encrucijada es donde -> Edipo encuentra y mata a su padre, Layo, y su tragedia comienza. Al término de un largo viaje que había emprendido sólo para huir de su destino es cuando precisamente, en una encrucijada, ese destino se impone.

En la mitología griega, Hécate, una divinidad bastante mal definida, de origen incierto, con una esfera de acción ilimitada, identificada a Artemisa, Deméter, Apolo y también a otros dioses y diosas, se llama «diosa de las encrucijadas». Este nombre funcional le venía sin duda de que se la tenía por diosa de los tres mundos: el Cielo, la Tierra y los Infiernos. Su cuerpo es triple, triple su rostro, y triple su papel según se la considere dispensadora de todos los dones a los mortales, fuente de toda gloria, o sabia entre todos en el arte mágico de los encantamientos. Se le eregían estatuas en forma de mujer con tres cabezas o tres cuerpos en las encrucijadas de los calveros y las carreteras, y los viajeros depositaban a sus pies las ofrendas. Favorece el nacimiento, conserva los días y les asigna un fin. En el culto de Mazda, se encuentra también la diosa triple, de tres rostros y con tres funciones. En Siracusa, sus fiestas duraban tres días. Se depositaban ofrendas de alimentos en las encrucijadas; se exponían en pequeñas cráteras ornadas con su imagen. Los pobres las comían en su nombre. El resto se tiraba con ramas de tomillo. De ahí el nombre de oxitimia dado a las encrucijadas. Diosa de las noches y de las sombras, porque reina también en los infiernos, su culto se celebraba asimismo en antros. Se le ofrecían particularmente perros como sacrificio expiatorio. Se aparece a veces a los magos y los brujos en forma de jumenta, loba, o perra. Los griegos le atribuían una acción particular sobre la imaginación, creadora de espectros, fantasmas y alucinaciones. Según Jung, la función mediadora del dios entre los universos diferentes; le corresponde guiar a las almas a través de las rutas subterráneas del mundo oscuro de los Infiernos; Jung también ve en la encrucijada un símbolo de la madre: la unión; de ahí su carácter ambivalente de aparición benéfica o maléfica.

Por último en toda civilización encrucijada quiere decir llegar ante lo desconocido y como, frente a lo desconocido, la reacción humana más fundamental es el miedo, el primer aspecto del símbolo es la inquietud. En los sueños, revela el anhelo de un encuentro importante, solemne, en cierto modo sagrado; puede también revelar el sentimiento de que uno se encuentra en un cruce de caminos y que una orientación nueva, decisiva, debe tomarse. Según la enseñanza simbólica de todas las tradiciones, un detenimiento en la encrucijada parece de rigor, como si una pausa de reflexión, de recogimiento sagrado, es decir, de sacrificio, fuera necesaria antes de la prosecución del camino elegido.

La encrucijada es también el lugar donde se encuentra a los demás, tanto exteriores como interiores. Es el sitio privilegiado de las emboscadas: exige atención y vigilancia. Si es en las encrucijadas donde está la triple Hécate y Hermes psicopompo, es porque debemos elegir, para nosotros y en nosotros, entre el cielo, la tierra y los infiernos. En la verdadera aventura humana, la aventura interior, uno no encuentra en la encrucijada más que así mismo: se ha esperado una respuesta definitiva, no hay más que nuevos senderos, nuevas pruebas, nuevos andares que se abren. La encrucijada no es un fin, es un alto, una invitación a ir más allá. Uno no se para allí si no es porque quiere actuar sobre los demás, para bien o para mal, o si se descubre incapaz de elegir por sí mismo: es entonces lugar de meditación, de espera, no de acción. Pero es también el lugar de la esperanza: la ruta seguida hasta aquí no estaba cerrada; una nueva encrucijada ofrece una nueva oportunidad de elegir la buena vía. Ahora bien, las elecciones son irreversibles. Para mostrarnos toda la fuerza de este símbolo hay cuentos en los cuales la encrucijada misma se borra, después del paso del héroe: los problemas de la elección se han resuelto.

Creo que todo este proceso en el cual el desarrollo simbólico cobra sentido, puede ser mejor comprendido cuando comencemos a recorrer los términos que nos van a remitir a un encuentro muy especial sobre todo en el tipo de elección del médico.

Me voy a referir primero al término curar, que deriva del latín cura y significa brindar asistencia a un enfermo. Este proceso es conducido por el médico y se sostiene y desarrolla sobre el individuo paciente, ósea es un proceso que se genera de afuera hacia adentro desde el médico al paciente y que tiene que ver con la actuación y el deseo profundo del médico.

Pero además hay en juego en la relación, otro término que es sanar, que deriva de sanus en latín que significa recuperar el juicio o criterio, la sensatez. Este proceso que se concreta de adentro hacia afuera es conducido por el propio individuo (paciente).

Esta encrucijada, tal vez la más importante desde el punto de vista médico en donde hay un proceso de simultaneidad en su producción, y donde el afuera y el adentro es parte de un todo, nos muestra que el deseo del médico (de curar) incide en el del paciente (de sanar) como parte de un destino, ejemplificado en todo este recorrido simbólico.

Dr. Sergio Rozenholc

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