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El Mundo del Llame Ya

Durante los últimos años, ciertos valores de la vida cotidiana fueron cambiando y creo que la influencia de la inmediatez de las imágenes tiene un rol fundamental en ello. Digo esto porque siento que hemos perdido el sutil encanto de la espera que implica un tiempo de incorporación y metabolización de esa imagen, que muchas veces nos permite el acceso a la experiencia y el conocimiento. Esto pasa porque las imágenes se producen en tiempo real y la virtualidad del acontecimiento le quita dimensión histórica y lo sustrae de la memoria provocando un exceso de proximidad con el suceso que desvirtúa el equilibrio vital.

Parece que en los tiempos que corren, la formación de un ser humano debe estar regida por el instante, ya que hemos devaluado el arduo trabajo del desarrollo de algo. Es interesante lo que pasa a nivel mediático, como por ejemplo con el rating de la televisión: programa que no cuenta con audiencia, por mejor logrado que fuese, automáticamente es bajado del aire; las propagandas para bajar 10 kilos de peso en un mes, recuperar la figura juvenil en una semana, ser bachiller en tres meses y así una cantidad de rubros que nos proponen dar una respuesta inmediata a una necesidad o frustración postergada de nuestro imaginario.

Con respecto a los tiempos de estudio y aprendizaje sucede algo parecido ya que los jóvenes no quieren atravesar el esfuerzo de lo que implica una formación que necesariamente tiene un tiempo, precisa voluntad. Pensemos que hasta hace unos años, cuando no existía Internet, para realizar un trabajo de investigación recurríamos a una biblioteca y se requería de una dedicación de días, meses y a veces años. Hoy “googleando” accedemos a una monografía de cualquier materia, en instantes.

En este sentido me viene el recuerdo de las letras del tango Cambalache, escritas por Enrique Santos Discepolo: “Hoy resulta que es lo mismo ser derecho que traidor, ignorante, sabio, chorro generoso o estafador... ¡Todo es igual! ¡Nada es mejor! Lo mismo un burro que un gran profesor. No hay aplazaos ni escalafón, los ignorantes nos han igualao. Si uno vive en la impostura y otro roba en su ambición, da lo mismo que sea cura, colchonero, Rey de Bastos, caradura o polizón”.

En medicina pasa algo similar. Cuando aparece un síntoma de dolor o fiebre, sin preguntarse el sentido del mismo, el paciente reclama al médico “déme algo para sacarme esto ya”. Se han perdido los tiempos que brinda la naturaleza del entendimiento, el reposo y la reparación para poder recuperar la salud, en donde el médico acompañaba a su paciente sin generar temores.

En un hermoso trabajo de Alejandro Dolina que por cierto lo recomiendo, se denomina “La aventura del conocimiento”, nos propone lo siguiente:
"Aprenda a tocar la flauta en 100 años".
"Aprenda a vivir durante toda la vida".
"Aprenda. No le prometemos nada, ni el éxito, ni la felicidad, ni el dinero. Ni siquiera la sabiduría. Tan solo los deliciosos sobresaltos del aprendizaje".

Quiero destacar que estas líneas de ninguna manera pretenden ser una crítica sino por el contrario, busco reflexionar acerca de una cuestión que me parece importante para tener en cuenta. Por un lado tenemos la variable tiempo, que nunca va separada en el ser humano del vector espacio, ya que no hay espacio sin tiempo, ni tiempo sin espacio en el aprendizaje de la vida.

Se necesita recuperar el valor de la espera que genera un espacio vital, para lo cual es importante recobrar el valor del sufrimiento que se produce en el proceso y la distancia que es imprescindible para sedimentar la incorporación de lo nuevo, creando una nueva disposición de espacio-tiempo interno que permite la transformación de la vida de una persona.

Dr. Sergio Rozenholc

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