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La clínica es soberana

Los tiempos modernos hicieron que la medicina haya dejado de lado varias circunstancias que competen al quehacer de la clínica médica diaria y los médicos pasemos a confundir la realidad con lo real. Digo esto porque cuando estamos ante la presencia de un paciente -en el acotado tiempo que se le dedica a la consulta médica en la actualidad- y este viene acompañado de determinada sintomatología, lo que podemos ver es la punta de un iceberg.

Esto, que representa el 10% de la historia de un sujeto, la ciencia lo llama realidad y con ello trabaja. Pero hay un 90% del iceberg que no se divisa, lo que pertenece a la esfera de lo real y es determinante en la vida de un sujeto.

Este tema se me fue aclarando a medida que fui incursionando en terminología que para los médicos denotaba familiaridad. Cuando fui buscando en el diccionario etimológico la palabra protocolo me encontré con lo siguiente: en su significado original, venía a decir que "protocollum" era la primera hoja de un escrito.

Si consideramos que en medicina la primera hoja de un escrito es la anamnesis que obtuvimos con el paciente y esto nos refiere a la primera impresión diagnóstica en la recolección de datos, nos desayunamos que con el devenir de los tiempos se ha invertido el término y se lo utiliza en lo que se conoce como indicación terapéutica pautada. O sea, por algún interés o razón desapareció esa parte de la subjetividad de un sujeto que aparece necesariamente en esa primera impresión diagnóstica, para transformar la clínica médica en una forma de manipulación y borrando el secreto más importante de nuestro quehacer, cual es “la escucha” y el misterio que depara lo humano. Es por todo esto que fue desapareciendo todo aquello que tiene que ver con el arte de la medicina que es una mezcla de conocimientos, sabiduría e intuición.

Por esta omisión, nuestro accionar en la ejecución de tratamientos está manejado por lo que se da en llamar protocolos y los médicos deben ajustarse a estos modelos de actuación.

En mi formación médica, mis maestros me enseñaban que uno debe sentarse al pie de la cama de un paciente y primero preguntar qué le pasa y hacer un análisis exhaustivo de ese acontecimiento, para luego pasar a proceder a la revisación médica y a la semiología que la situación requiere, y en donde siempre tengamos presente que, pase lo que pase, la clínica es soberana. Sin embargo por ciertos intereses que tal vez no tengan nada que ver con nuestra actividad, pasamos a confundir el diagnóstico con el tratamiento. Desvirtuamos la esencia original de la palabra protocolo y con ello, decae la virtud de nuestro arte médico.

La tecnomedicina ilumina con sus avances y deja en la sombra lo relevante de la clínica. Sino, escuchemos lo que dice Nikolas Rose: “ahora concebimos el cuerpo ya no como misterio, sino como una suerte de máquina, ya que los procesos corporales pasan a ser entendidos como procesos manipulables y mecánicos. Esto permite imaginar nuevas maneras de intervenir sobre nosotros mismos, que parecen resumirse en problemas técnicos”.

La medicina homeopática tiene como bandera los principios de la vieja clínica y en este sentido parece ser una medicina que tiende a buscar contenidos arcaicos y casi arquelógicos si se quiere, urgando en la historia biopatográfica de un sujeto, ubicando cuáles son los síntomas que esclavizan su vida y ofreciendo una propuesta terapéutica que acompaña al paciente a recobrar su verdadera libertad.

Dr. Sergio Rozenholc

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