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Vivir con virus

“Que abran la boca y se caigan las palabras.
Que todas digan te amo.”
Que los ojos tengan siempre un horizonte donde descansar.
Y que más allá haya historias para jugar a ser creador y que todas se quemen al atardecer y que sus cenizas se hagan estrellas en la noche para que los niños las cuenten en la cama.
Que cuando digo “gracias” nadie escuche la forma cortés de recibir algo, sino la alegría que me da hacer posible lo que sea, y todo mi amor envuelto en un caramelo como una palabra.
Que dar sea tan fácil como eso.
Que la historia empiece todos los días.

Que la memoria me sirva como pista de lanzamiento para tomar carrera hacia la seguidilla de presentes que de pronto se parecen a lo que soñé para el futuro.

Que siempre quede alguna puerta por golpear, y que la puerta se abra y antes de entrar miremos nuestros pies para pisar limpios un nuevo territorio,
Que nos toque.
Que el dolor tenga consuelo.
Que no se pueda matar impunemente.

Que tenga tiempo de ver como la primera vez a la gente que amo.

Que se cumplan tus deseos
Que te amen.
Que puedas descansar en algún pecho calentito y que las penas de amor alumbren las mejores canciones.
Que haya una cura para cada una de nuestras enfermedades.
Que tengamos la voluntad de curarnos, la voluntad de vivir, de levantarnos todos los días, de renunciar a algunas cosas, de concedernos otras.

Que abra la boca y las palabras que caigan de ella.
Que todas sean “te amo”.
“Que seamos felices y nos demos cuenta”.
Autora: Marta Dillon

Quiero agradecer a Patricia Elizalde la difusión de estas bellísimas letras extractadas del trabajo denominado “Vivir con virus”. Creo que el amor surge de la extrañeza de un otro. “En el amor hay entrega y por lo tanto vulnerabilidad, y permite retirarse para que el otro sea, y esto ordena y sana la vida”.

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